Experiencia 4

TESTIMONIO PERSONAL, MI EXPERIENCIA EN LA BIOGESTALT

 

Este testimonio que hoy plasmo por escrito, es mi experiencia, vivencia, y realidad, todo ello vivido y experimentado en un grupo que, en principio, se me ofreció como terapéutico con la facultad de poder ayudarme con mis dificultades de la vida diaria, aprender a gestionar mis emociones para sanar mis heridas de la infancia que eran, según ellos, de donde partía todo conflicto en mi vida actual como adulta pero que, a la larga, se destapó como, y es mi opinión personal, un grupo sectario, lo que voy a relatar es mi vivencia y esa ya, no es mi opinión, fue y es, mi realidad.

Empiezo con parte de mi historia, verídica y real porque así lo viví y experimenté, aunque visto desde la distancia que da el tiempo, surrealista y aterradora.

Acudí a un psicólogo, principalmente porque no sabía gestionar la parte emocional ni la mía, ni la de mis hijos, bastante intensa para mis conocimientos y capacidad en ese momento.

No estuvimos allí mucho tiempo porque lo que este psicólogo hacía en su consulta no era normal, ni conmigo, ni con mis hijos, fumar cigarros, fumar porros e invitarlos (estoy hablando de unos menores), hablarles de sexo, de la homosexualidad, les imponía ejercicios que nada tenían que ver con el motivo por el que mis hijos y yo misma fuimos allí. Todo aquello era bastante raro y me saltaron todas las alarmas, aún a pesar de mi desconocimiento e ignorancia al respecto de terapias y terapeutas.

Cuando le planteé al psicólogo en cuestión que sus métodos no me parecían adecuados y por lo tanto, mis hijos no iría más, me dijo que, la que estaba realmente mal era yo y que me recomendaba a una psicóloga muy buena que trabajaba en un centro con otros psicólogos, psicólogas  y un psiquiatra, el fundador de una terapia fantástica, según él, llamada Biogestalt, que allí resolvería todos mis problemas ya que estaba muy mal y se lo trasladaría a mis hijos, que era necesario y urgente que me tratara yo.

Luego supe que este psicólogo formaba parte del grupo de Biogestalt y que llevaba en tratamiento con el psiquiatra Antonio Asín Cabrera, su fundador, más de diez año, dato que no tuve en cuenta porque, hoy sé que, tantos años en una terapia es un signo de que algo no va bien, de que algo no funciona, y no lo vi entonces.

Me dejó con la duda, cierto que yo era una persona más bien triste y con tendencia a la depresión pero no me veía, ni me sentía tan mal, aunque, por esa duda que me generó,  de si era yo la que estaba “trastornando” a los niños, pedí cita con un psicólogo de ese centro, el Instituto de Biogestalt de Tenerife.

Llamo, me dan cita con ese psicólogo y acudo a consulta, el sitio es un chalet en S/C donde trabajan, el psiquiatra fundador, psicólogas, psicólogos, terapeutas sin estudios en psicología, terapeutas titulados en pseudoterapias como los valores Hartmman, movimientos, eneagrama, el Fisher Hoffman…

me sentí bastante rara en su consulta, había una mesa muy alta donde se sentaba el psicólogo, un silla muy bajita donde me sentaba yo, casi no le veía la cara, me sentí incómoda, tenía un tono de voz impositivo, altivo e intimidante, más tarde pasé por casi todos esos “terapeutas” ya que unos me enviaban a los otros cual pelota saltarina que todos debían valorar, todos y cada uno de ellos tenían los despachos de la misma forma, y todos y cada uno de ellos tenían la misma forma de hablar, impositiva, altiva e intimidante, todos actuaban como si supieran cosas de mí que yo no sabía, con un halo de “divinidad” y conocimiento absoluto sobre mí misma, y sin revelarme directamente, en ningún momento, esa información que se suponía sabían de mí, lo hacía veladamente, con indirectas y sutilmente, generando en mí cierto temor a que adivinaran todo lo que hacía o no hacía.

Con cada uno de esos “terapeutas” me fui confundiendo cada vez más, el primero porque su postura a todas luces machista me culpaba de todo lo que pasaba en mi casa, me decía que debía tratar bien a mi marido porque él trabajaba mucho fuera, mi deber era cuidarlo y atenderlo, y que me dejara de tonterías, ¿tonterías? ¿Cuándo estaba hablando de una relación en la que estaba sufriendo un maltrato psicológico grave?, resultado, más confusión, frustración y rabia.

Saqué la conclusión de que yo estaba muy mal, se me impuso hacer todos los talleres que allí se impartían y repetirlos muchas veces, así de mal me decían que estaba.

Luego vino la recomendación-imposición de que, como no avanzaba me debía ver el psiquiatra, según ellos  un ser de luz, con una energía magnífica y dotes casi adivinatorias debido las meditaciones que hacía (con el tiempo supe que esto no era verdad, como no era verdad nada de lo que allí se hacía, ni verdad, ni sano) todos allí lo veneraban, era un dios para ellos y dijera lo que dijera, e hiciera lo que hiciera, no lo cuestionaban, yo tampoco en aquellos momentos lo cuestionaba, por muy disparatado que fuera.

Un dato muy curioso y común a todos ellos era que, de una forma o de otra, todos me dijeron que mi problema venía de mi infancia, que fueron mis padres los responsables, que no me querían y que todo, absolutamente todo lo que me pasaba era porque tenía un bloqueo sexual, de ahí que todas las terapias, cursos, talleres, consultas y lo que no eran consultas, estuvieran enfocadas al tema sexual, allí todo y tod@s estaban sexualizados, era el tema principal de conversación tanto en consulta como fuera de ella.

Con esta gente hice todo tipo de talleres, como dije antes, repitiendo infinidad de veces los mismos, talleres que llamaban de FIGURAS PARENTALES, ENEAGRAMA I, II, III, TALLER DE MOVIMIENTOS, TERAPIAS GRUPALES, VALORES HARTMAN, FORMACIÓN EN BIOGESTALT (tres años en régimen de internado, memorias y tesina), RETIROS DE MEDITACIÓN (en régimen de internado), INICIACIÓN AL BUDISMO (quisiera o no).

Antes de hacer los talleres más avanzados tenía que haber hecho los talleres de inicio, para hacer eneagrama II era requisito haber hecho eneagrama I, así pasaba con todos.

Luego estaban las terapias individuales, pero también las terapias grupales que, siempre me convencían de que, como estaba tan mal debía hacer esas terapias con diferentes terapeutas, una y otra vez. Yo nunca, nunca, estaba mejor, al contrario, cada día más desorientada, descentrada, deprimida, triste y ansiosa.

Empiezo con el psiquiatra Antonio Asín Cabrera, no sin haber pasado por la consulta de, al menos, cuatro terapeutas de los que trabajaban allí, dos psicólogos con título, y dos terapeutas sin título oficial, sólo el de terapeuta en Biogestalt, título que daban ellos mismos después de una formación de tres años y una tesina final, pero sin estudios en psicología ni título oficial.

Empiezo con el psiquiatra porque me deriva la última psicóloga con la que estuve en terapia ya que, evidentemente, no sólo no mejoraba sino que, estaba empeorando a pasos agigantados.

 Desde el minuto uno  que entro en la consulta del psiquiatra sé que había algo raro, como con todos los demás aunque, más intenso y a la vez, más sutil.

En la primera consulta, de las primeras cosas que hace es ofrecerme un cigarro, serían varias veces a lo largo de esa consulta y en las siguientes, yo no fumaba y él lo sabía, pero seguía ofreciéndome cigarros e incitándome a fumar.

Me hizo algunas preguntas, que, como venía siendo habitual con los otros terapeutas, se basaron en preguntas de tipo sexual, alguna de mis padres también,  para llegar a la conclusión que todo lo que me pasaba ahora era culpa de mis padres y que tenía que ir a mi infancia a buscar recuerdos que avalaran su culpabilidad, no recuerdos bonitos, sino recuerdos negativos. Para eso tenía que hacer un trabajo que lo llamó, autobiografía, la hice sin nada de motivación porque era escribir vivencias y experiencias que nunca conté a nadie, la primera que hice, la leyó y me dijo que no valía, que la volviera a hacer pero buscando en mi recuerdo todo lo negativo que pudiera de mis padres y si no tenía padres, que me inventara cómo hubieran sido.

Poco tiempo después hice el taller de figuras parentales, un horror, hasta tortura diría yo visto con distancia y tiempo. Según me decían, con ese taller sanaría todos mis problemas mentales pero no sólo no fue así, a pesar de que lo repetí varias veces y según ellos, con hacerlo una vez sanaría todo para simpre, sino, que cada vez me sentía peor, más insegura, más alejada de todo y de todos, de mi familia, mis amigos y de la sociedad.

Cuando le planteé que “mi gente”, familia, amigo… no estaban de acuerdo en lo que estaba haciendo y que me insistían para que saliera de allí, su respuesta fue que ellos no me entendían, no entendían lo que hacíamos allí porque ellos no querían sanar, que mejor no les dijera nada ya que, dada su ignorancia pensarían que estaba metida en una secta. Y sí, lo pensaban y sí, así era, estaba metida en lo que yo considero ahora, un grupo sectario bastante inquietante, por no decir peligroso.

Lo que allí pasaba no era normal, y desde luego, no era sano.

Hice todo lo que me decían, ya por entonces no tenía claro ni quien era yo, ni cómo solucionar mis “locuras”. Me sentía como una oveja más en el rebaño que sigue al pastor.

No podía hablar con nadie de mis dudas porque la gente de dentro era un grupo muy cerrado y defensor a ultranza del psiquiatra, sus métodos y sus enseñanzas,  ni con la gente de fuera porque estaban preocupadas por mí y porque no entendían lo que estaba haciendo allí, y tampoco que no me diera cuenta, me dijeron después que estaba tan cerrada en las ideas y trabajos de ese grupo que era imposible hablar conmigo porque, yo, al igual que los de dentro, también los defendía sin sentido común.

Pasaron los años, yo hice todos los cursos, talleres, formación, consultas individuales con varios terapeutas, terapias grupales con varios terapeutas y, todo lo que me decían que tenía que hacer.

A medida que iba pasando el tiempo y yo iba haciendo cursos, me iban dando un trato diferente, me iban diciendo lo bien que lo hacía, me iban dando trato de favor en algunas situaciones, en definitiva, me iban haciendo sentir especial y eso es muy peligroso porque engancha, y seguía esforzándome cada vez más para llegar a los objetivos que ellos ponían, imposible por otra parte porque, cuando se suponía que conseguía alguno, pasaban a otro, y a otro…de forma que no tenía fin.

Todo iba pasando despacio, de forma sutil a veces y otras de forma directa y cruel, no sabía qué iba a pasar, de qué forma me tratarían ese día, en ese taller o en esa consulta, a veces “premiada” y otras veces “castigada” con burlas (humillada, descalificada, ignorada….), sentía como si me hundieran en la más absoluta oscuridad para luego, una vez hundida, darme la mano y “rescatarme”, esto se repetía cíclicamente, con lo que mi voluntad, criterio propio, autoestima y validez personal, iban desapareciendo hasta no quedar nada y convertirme en una marioneta altamente manipulable.

Las consultas con el psiquiatra se fueron haciendo cada vez más frecuentes a petición suya porque, según su criterio yo cada vez estaba más deprimida y con más ansiedad y debía ir a consulta al menos, dos veces a la semana, esto fue así durante mucho tiempo y la verdad es que sí, que cada vez estaba peor, en esas consultas, poco a poco fueron pasando cosas, tanto dentro como fuera, me fue guiando y conduciendo a un punto de anulación personal, fui dependiendo de su criterio y sus indicaciones al punto de no saber ya ni quien era yo ni qué estaba pasando conmigo. Hacía todo lo que él me pedía, incapaz de decirle que no a algo y si lo hacía, era rápidamente “neutralizada” para volver a ser la persona sin criterio que ellos querían y les venía bien, pongo algunos ejemplos.

Que llegara a tocar fondo a todos los niveles tiene comienzo en su consulta, en la consulta del psiquiatra A.A.C, un día con abrazos muy raros e incómodos donde pegaba mucho su cuerpo al mío, esto ya lo repetía luego en cada consulta, sintiendo yo cada vez el mismo rechazo y temiendo que volviera a ocurrir, y ocurría.

Otro día, preguntándome si lo veía atractivo como hombre, mi respuesta fue que no, y entonces hubo cierto “machaque”, que no me preocupara porque le ocurría a casi todas las pacientes y también, a algunos pacientes. Insistió en esto en consultas posteriores.

En otra ocasión me dijo que estaba bloqueada a nivel respiratorio y que me acostara en un colchón que tenía en su consulta para enseñarme a respirar, porque, según él, no sabía respirar, para enseñarme se sentó en una silla, quedando detrás de mi cabeza y poniendo sus manos en mi pecho, al principio en el esternón y luego en otras zonas más privadas. Mientras  me decía que estaba muy bloqueada iba tocando donde no debía, como si nada pasara y como si fuera lo más normal del mundo. Ante mi respuesta nerviosa e incómoda me iba diciendo que no lo viera mal porque era un ejercicio que aprendió de sus maestros en oriente y era muy eficaz para desbloquear el diafragma, pudiera respirar mejor y liberar la ansiedad, no liberé ansiedad, muy al contrario, sentí una ansiedad elevadísima y con esa ansiedad salí de su consulta.

Estas cosas “raras” fueron en aumento, con tiempo, de forma sutil, haciéndome sentir tonta por pensar que no estaban bien o por sentirme incómoda, nerviosa y ansiosa. Ante esto me decía que estas cosas eran terapéuticas, que no me creyera especial porque, lo hacía a todos sus pacientes.

Otro día, en consulta, me dijo que me quitara la ropa para hacerme una lectura corporal, que era algo muy importante para mi sanación, que él ya no hacía estas lecturas aunque muchísimos pacientes se las pedían, pero ya no las hacía, así que debía sentirme muy honrada y afortunada de que él me lo estuviera proponiendo, y que si no lo hacía era tonta. No lo hice.

Otro día, en su consulta, sentado en su silla, detrás de su mesa y yo también, en la silla como paciente, empieza a contarme que hay pacientes que se masturban delante de él, que él ni se inmuta cuando una paciente se sienta en la mesa frente a él y procede a hacerlo, que ni mira, que es algo que hace la paciente pero que él no le da ninguna importancia y me pregunta a mí al respecto, estoy impactada, nerviosa y con miedo, pienso ¿por qué me dice esto?, ¿qué está pasando?, mi reacción no es la que él espera, y como si nada, pasa a otra cosa pero, yo me quedo y me voy a mi casa con mucha angustia y completamente descolocada.

No sé cuándo empezaron mis problemas para dormir pero, lo que sí sé es que, han pasado ya algunos años y yo sigo con insomnio, y también sé que es una de las tantas secuelas que me dejó mi paso por la “terapia” Biogestalt y haber tendido la “mala suerte” de haber conocido al psiquiatra Antonio Asín Cabrera y a su equipo aunque, sobre todo, a él. Lamento mucho que sus “colaboradores” me hayan dirigido, todos, hacia su consulta, hacia sus “bondades”, hacia su “buena energía”, me dirigieron hacia la boca del lobo.

Otro día, en su consulta, todo lo hacía con comienzos sutiles, como si yo fuera idiota, estaba mal y casi sin capacidad de reacción, pero no era tonta. Me dijo que ya que yo no quería quitarme la ropa para que me hiciera la lectura corporal que todos le piden y que él no les hacía caso, iba a dejar que yo practicara la lectura corporal con él, así que se quitó la ropa (esto lo hacía de forma habitual en los talleres y cursos y se paseaba así por los patios y todos lo valoraban como a un ser muy espiritual y “trabajado”).

Ya sin la ropa me preguntó, que le dijera qué me  llamaba la atención de su cuerpo y qué carácter y bloqueos (se “estudiaba” en el curso de Formación y se hace sin ropa, todos los alumnos y alumnas en una sala, sin ropa para hacer este “ejercicio”) creía que tenía, me quedé paralizada y no pude ni moverme ni hablar, él insistía, me dijo que me fijara en su bajo vientre y que le dijera que veía, yo seguía sin reaccionar, entonces se acostó en el colchón y me dijo que me acercara y que mirara bien, me acerqué sin decir nada, absolutamente bloqueada (lo que le pedía, mentalmente, es que no me hiciera pasar por eso, se lo pedía mentalmente ya que me habían dicho que era adivino y leía la mente, confiaba en que leyera la mía y parara),  volvió a preguntarme qué veía y le respondí con un movimiento de cabeza en sentido negativo. Entonces me cogió la mano y la puso bajo su ombligo, insistiendo en que si notaba algo, lo único que noté por lo evidente, no con la mano sino con la vista, fue una erección por su parte, y por la mía, una retirada brusca en estado de pánico, me dijo que estaba claro que no me curaría nunca porque no quería aprender, se vistió y me dijo, con cierto enfado, que la consulta había terminado, me alegré y salí de allí con rapidez.

Después de esto ya no pedí cita en un tiempo pero claro no iban a dejar que me fuera, perderían, no a una paciente, sino a una cliente que les dejaba bastante dinero al mes, así que, después de un tiempo, es la secretaria la que me llama para darme cita, como le puse excusas, pasados unos días me vuelve a llamar y me pasa directamente con Antonio Asín, que me vuelve a convencer de que la terapia es mi única salida si quiero empezar a mejorar.

Me cuestioné cuándo empezaría esa mejoría porque, por mucho que iba a consulta y hacía todo lo que me decía,  estaba cada vez peor, mucho peor que cuando empecé en su consulta pero, volví, mi capacidad de criterio y de voluntad ya casi no existían.

En otra ocasión la historia dio un vuelco, me dijo que estaba corrigiendo mis memorias del curso de formación (tres años) y que eran muy buenas, tanto que se las estaba llevando a su casa para leerlas con calma, y como si fuera lo más normal del mundo, me propuso, bueno, no fue propuesta, fue una “imposición” directa, pero suave y con mucha “mano izquierda”, me dijo que fuera a su casa para hablar sobre mis memorias, las que estaba corrigiendo ya que en consulta no tenía tiempo y que, eran tan buenas que le gustaría revisarlas conmigo. Esto me descolocó muchísimo, mi estado de nerviosismo era muy alto, le dije que no hacía falta que fuera a su casa, yo ya tenía miedo por lo que había estado pasando en la consulta, en su consulta me sentía algo “segura” porque había más gente, otros terapeutas, pacientes, secretaria, no estaba sola pero, si iba a su casa no sabía qué iba a pasar y si podría irme de allí si me viera en un apuro. Me negué, pero sin fuerza porque no la tenía, y terminó convenciéndome porque él, él sí sabía cómo hacer las cosas y me conocía más que suficiente para saber cómo manipularme, que fue lo que hizo todo el tiempo de terapia con él.

En su casa, la primera vez que fui, se comportó de forma normal, sí que revisamos las memorias y sí que me dio algunas indicaciones, insistió en que eran muy buenas pero que pusiera más interés en la parte vivencial, que contara más cosas de mi vida privada fuera de la formación, sobre todo, insistió en que pusiera todo lo que pudiera a nivel sexual porque, ese punto era el que tenía mal en mi vida y el que me estaba causando todos mis problemas, y la única forma de poder sanarlo era abordarlo con claridad.

Después de una hora más o menos me pude ir sin que hubiera pasado nada “raro”, luego entendí que, si tu psiquiatra te invita a su casa, ya eso en sí mismo, es más que raro.

Lo “complicado” llegó cuando acudí por segunda vez a su casa con el mismo objetivo que la primera vez, sin embargo, en esta ocasión cerró con llave la puerta por dentro, ya entré en pánico pero él me hablaba de forma suave, como si todo fuera bien y normal, pero no lo fue.

Me dijo que me sentara en el sofá, que estaríamos más cómodos, se sentó a mi lado con una de mis memorias en la mano y empezó a hacerme preguntas de índole sexual que, normalmente, no le respondía por timidez y vergüenza y porque nunca entendí el interés en ese tema ni que fuera el origen de mis problemas, tenía claro que no lo era pero, él insistía.

Ante mi falta de implicación y de repuestas, mi silencio y nerviosismo me dijo que había preparado una terapia especial que no podía hacer en consulta pero que era lo que yo necesitaba para mejorar, encendió la televisión, me dijo que mirara y miré, había puesto una película para adultos, películas que nunca me gustaron y él lo sabía, me quedé impactada, incapaz de articular palabra, con mucho miedo, estaba sola y no tenía claro cómo salir de allí. No logro describir con palabras cómo me sentí aparte del miedo, la incredulidad, del pensamiento “esto no puede estar pasando” y “¿cómo salgo de aquí?, la ansiedad, el asco….

¿Cómo podía estar haciendo todo eso si sabía, que a lo largo de mi vida me habían pasado cosas parecidas y me habían hecho mucho daño y traumatizado? Todo se lo había contado en consulta y/o, escrito en la autobiofrafía, y él lo sabía.

Ya era tarde, miré a la puerta, inicié un movimiento para  levantarme e irme pero me cogió de la mano y me dijo que no pasaba nada, que eso era bueno para mí y que no fuera tonta, que él no tenía ningún interés más allá de ayudarme con mis bloqueos. Estaba en pánico, me sentí atrapada, mi mente buscaba una salida y mi corazón latía tan rápido que me asusté.

En medio de esta situación intentan abrir la puerta desde fuera y no pueden, la había cerrado con llave por dentro, entonces tocan el timbre, él se pone muy nervioso, apaga la tele y me lleva a una habitación, abre una puerta y me dice que entre, más bien me empuja mientras me advierte de que esté callada, no sabía dónde me estaba haciendo entrar pero entré, en pánico por todo lo que estaba pasando, sin capacidad de reacción y totalmente paralizada y confundida.

Estando dentro me di cuenta de que me metió en un balcón, había dos perros grandes, tenía mucho miedo, siempre tuve miedo a los perros, desde pequeña, vi una mesa y me metí debajo, los perros me “acosaban” y yo me sentía paralizada por el miedo y pensando ¿qué hago yo aquí? y ¿cómo salgo de esta?

Escuché que abrió la puerta de la calle, entró una chica, era una paciente y alumna de instituto, la conocí por la voz porque no la vi, ellos tuvieron una enorme discusión, gritaban mucho, se decían cosas muy feas y al mismo tiempo muy claras, entendí que ellos tenían una relación más allá de la terapia, escuché muchas cosas complicadas de escuchar, Antonio Asín era mi psiquiatra, sí,  estaban pasando cosas muy raras pero él era mi psiquiatra y yo me encontraba en una situación surrealista sin entender qué hacía en esa casa, en un balcón, bajo una mesa, con terror a los perros y escuchando todo lo que se decían, uno y la otra, cómo era posible que mi psiquiatra dijera las cosas que estaba diciendo, no pude encajar nada de eso.

Pasado un tiempo muy, muy largo, horas, absolutamente desesperada, y cuando escuché que la chica se marchó, me atreví a salir del balcón, cuando me vio me dijo ¿qué haces tú aquí?, me cogió por los hombros, me llevó a la puerta y me dijo “hala bonita, buenas noches”, llegué a mi coche no sé cómo y tuve que vomitar antes de entrar, no pude conducir en un buen rato, me temblaban las piernas, tenía náuseas, dolor de cabeza….miré la hora, eran las tres de la mañana y yo había ido a las siete de la tarde.

Al día siguiente su secretaria me llamó y me dijo que Antonio Asín quería verme en consulta, fui, me dijo muchas cosas incoherentes pero nada con respecto a lo que había pasado el día anterior, me sentí descolocada, perdida, con una ansiedad altísima, sin saber qué había pasado, con una enorme sensación de vacío en mi estómago, estuve días con náuseas.

Nunca me aclaró nada de aquella situación y me provocó una serie de síntomas a nivel psicológico y emocional importantes que no tengo claro que a día de hoy los haya superado.

Cosas de este tipo siguieron pasando, quería irme de ese lugar pero no sabía cómo ni a dónde, creía firmemente que ya, fuera de allí, no tenía sitio,  no hablaba con nadie que no fueran los de allí, y esas cosas ni se me ocurría decirlas, irían en mi contra porque, el psiquiatra era “intocable”. Ya había escuchado con frecuencia que echaban a las pacientes porque se enamoraban de él y luego se sentían despechadas y no actuaban bien, por lo tanto, las tenían que echar, y no eran una o dos, hablaban de que habían echado a muchísimas por lo mismo porque, todas se enamoraban de él, decían incluso que, también a algunos pacientes hombres tenían que echarlos por ese motivo, o por otros.

Con el tiempo entendí que no las echaban, conseguían salir de allí, cogían fuerza y valentía para poder irse, eso me dio la fuerza para pensar que si ellas se habían podido ir, yo también podría.

En una ocasión, sobrepasada con todo esto y buscando cómo poder salir de allí, voy a la consulta de una psicóloga de las de la “elite” en ese grupo “terapéutico” buscando ayuda, le planteé lo que estaba pasando y ni se inmutó, recuerdo una frase que me dijo y se me quedó clavada en mi cabeza hasta el día de hoy, fue la siguiente: “si al menos te hubiera invitado a un café, las cosas hubieran sido diferente pero, no te invitó ni a un café”. Surrealista, y por supuesto, no me ayudó.

Tampoco me facilitaron la información que les solicité en varias ocasiones, que me dijeran una psicóloga que no estuviera en la Biogestalt ya que, al mundo “exterior”, a esas alturas, no sabía cómo volver. Jamás me facilitaron poder irme, todo lo contrario, aunque no les decía que era para mí, me respondían que esa persona, podía acudir a cualquier terapeuta del instituto, incluso podría ir con Antonio Asín, justo el psiquiatra del que quería huir.

Lo conseguí, me costó mucho, pero llegué a la consulta de una psicóloga “normal” que me ayudó, como deben hacerlo los psicólogos y psicólogas en general.

Pude irme, no sin recibir muchas presiones por parte de muchos de ellos, tanto terapeutas, el propio psiquiatra, compañeros y compañeras de las que recibí cierto “acoso” para que volviera, evidentemente, aleccionadas por el psiquiatra y la “cúpula” de ese grupo que, desde mi opinión y por lo que yo viví allí, hoy lo considero un grupo sectario.

Lamentablemente, hoy en día, en nuestra sociedad hay muchos grupos de estos que, basados en una supuesta espiritualidad y sanación profunda del Ser, captan a personas vulnerables para conseguir sus fines que, normalmente son el poder y la parte económica.

Las “enseñanzas” que dejó Antonio Asín, siguen impartiéndose con otros nombres, las imparten antiguos alumnos y alumnas pero, la mayoría, son una copia exacta de lo que impartía este psiquiatra. Por lo tanto, desde aquí animo a quien pueda leerme y se encuentre, la persona misma, o sus familiares y amigos  en grupos de este estilo, mantenga la alerta si está ya dentro, o va a entrar, en un grupo de Formación de tres años, en los que hay que hacer partes en régimen de internado fuera de la localidad donde viven, en los que hay ejercicios tipo “la toalla”, “la balsa”, “la silla”,  “respiración”, ejercicios en pareja para sacar la rabia, obras de teatro al finalizar cada año, autobiografías, elaborar memorias, y al final de esos tres años, realizar una tesina (bastante costosa en tiempo, esfuerzo y dinero) para obtener un título que, en realidad, no sirve para nada.

Todo esto forma parte de la “terapia” creada por Antonio Asín Cabrera y copiada por algunos de sus alumnos y alumnas, algunos la copian en todas sus facetas siendo igual de peligrosos, con otros nombres, pero con la misma base y esencia. Un “copia y pega” absoluto con todo lo que esto supone, que de bueno y sano no tiene nada, y es muy dañino, principalmente porque copian el mal hacer de su “maestro”, incluyendo la creencia de que, mantener relaciones con sus alumnas y pacientes es bueno para ellas, que las están ayudando y es normal.  Otros copian partes a su conveniencia, igual de peligroso.

Desde aquí les digo a estos terapeutas que en el pasado actuaron de la misma forma que este psiquiatra, espero que hoy no lo sigan haciendo, que hayan aprendido de lo sucedido a su “maestro”, y hayan entendido que practicar su profesión conlleva un respeto total y absoluto a sus pacientes, y que sepan las alumnas y pacientes que no, que no es bueno para ellas, que es un abuso por parte del terapeuta aprovechando sus momentos de vulnerabilidad.

Que si algo de esto les llegara a pasar, no duden en denunciarlo, hagamos entre todos que la salud mental sea atendida con todo el rigor y la profesionalidad con la que debe ser atendida, todos tenemos derecho a recibir ayuda de profesionales formados, titulados y que cumplan el código deontológico.